REINALDO CHACÓN
Recordando la investigación que elaboré para escribir sobre las 2 películas que Ridley Scott exhibió en 2021 (cantidad de directores que en un mismo año estrenaron más de una película) nunca llegué a creer que tendría la posibilidad de vivir una proeza de tal calibre en la cinematografía de mi país. Pero no fueron 2 sino 4 los estrenos que realizó en 2022 el director y productor venezolano Jackson Gutiérrez en cuestión de seis meses.
Evitando que mis prejuicios invadieran mi razón, me entusiasmé por seguir de cerca el desarrollo de este reto comercial discursivo en una industria que tan poco interés genera en los espectadores. Sin embargo, en su primer intento, Azotes en Llamas capturó las miradas y modificó ese escepticismo en una boletería activa. Cociéndose a fuego lento en cada uno de los episodios publicados por el canal de YouTube de la productora desde el 2020, esta franquicia fue abonando el terreno del estreno de la secuela del film de 2013, demostrando la potencia de la estrategia que tiene el transmedia en la industria. Esto, apoyado en el enfoque de la acción por encima del argumento, convierte esta historia en un gancho comercial que, a pesar de su atropellada narrativa y construcción de personajes, evoca la mirada del barrio en su principal característica: la reacción. Evitando la generalización de este ecosistema social, Jackson recurre a la guerra de bandas como medio de categorización, extendiendo dentro de ella su visión del conflicto: única forma de resolución entre la diversidad del pensamiento de control.
Con los más de 90 mil espectadores que obtuvo El Exorcismo de Dios (aún faltando por contabilizar los que traerá su reestreno en 2023, con nueva distribuidora) los 12.220 conseguidos por este film de Jackson (segundo puesto en todo el 2022) más los 3.466 conseguidos por el primer estreno del año, Que buena broma Bromelia, comenzaba a marcarse un pauta prometedora para la época más esperada del cine venezolano luego de la detención total de la industria por la encerrona de 2020. Sin dejar de reconocer que este camino inició en 2021 con algunos estrenos, 2022 sería el año de la “normalización”. No obstante, el panorama no se comportaría cercano a estas proyecciones iniciales, relegando sus más interesantes propuestas a una suerte de río amazónico minado de pirañas hambrientas. Un símil que conseguiremos diseccionar siguiendo la huella de los 4 estrenos del cine guerrilla de Jackson.
Crónica de un mercado mal planificado:
Para ello analicemos los números del primer semestre del 2022 que nos proporciona ASOINCI, Asociación de la Industria del Cine: un total de 5 estrenos nacionales obtuvieron un promedio de semanas en cartelera ubicado en 9, vendiendo 108.416 boletos. Panorama prometedor dadas las variables que tenía que superar la industria nacional. Sin embargo, al incorporarlo en el contexto del mercado completo, este total de boletos pasaría a representar solamente el 3,5% de la cantidad de espectadores acumulados en toda la cartelera nacional, para ese momento de 3.071.612. Fotografía similar al de años anteriores (más acrecentada por el deterioro integral país) pero que, al colocar la lupa a lo interno, revelaría síntomas de apiñamiento y canibalismo: retirando de esta suma los espectadores de las 2 películas nacionales más taquilleras hasta la fecha, mencionadas anteriormente, tendríamos un total de 6017 admitidos. Visión que nos refleja que solamente 3 de los 5 estrenos nacionales atrajeron al 5,54% de espectadores que asistieron a ver producto venezolano. Foco del análisis que resalta como el primer panorama se fundamenta en una estrategia que, con apenas medio año, muestra signos de una equivocada lectura del mercado y su comportamiento.
Transcurrió solamente un mes y Jackson estrenó su segundo largometraje, La Toma (tal vez su mejor film hasta la fecha) donde rasguña, casi como una suerte de adaptación, la famosa obra de Shakespeare, Romeo y Julieta. Utilizando la estructura y valores de la reconocida historia, Jackson, a diferencia de su anterior estreno, ubicaría la historia en un contexto amplio destacando características que también conviven en este ecosistema: el romanticismo, la inspiración, la superación, la colaboración. Sin dejar fuera su sello del arma como vía resolutiva, este film consigue que el argumento guíe a la acción. Los conflictos inherentes en la famosa obra migran a una transformación de personajes y necesidades dramáticas que vuelcan la historia hacia un desarrollo más cerebral que reaccionario, consecuencia directa para que su clímax sea más que un mero tiroteo entre bandas. Un film que demuestra madurez en la visión del contenido por encima del estereotipo.
Sin embargo, a pesar de su meditado discurso y riesgo en el cambio de temática, comercialmente la señales de canibalismo se potenciarían: para ese momento sería el séptimo estreno de un film venezolano en apenas 7 meses del año; radiografía que, aún siendo positiva por la recurrencia en la exhibición de producción nacional, devela la falta de cohesión entre el estudio del mercado y la programación de fechas impuestas por el ente regulador, el CNAC; y en medio, los estrenos de Top Gun: Maverick, Jurassic World Dominion, Minions 2 y Thor: Amor y Trueno (estrenados entre finales de Mayo e inicios de Julio) que dinamitarían el bolsillo de los pocos interesados en consumir películas venezolanas, sumergiéndolas a una batalla de supervivencia por arañar el repele de espectadores que les permitiesen promediar los números que por ley le obligan al exhibidor a mantener su film en cartelera, porque, por fuerza propia, las posibilidades serían aún menores. El horizonte del segundo semestre ya empezaba a mostrar signos de un pronto colapso.
Con apenas 2 meses de distancia, Jackson volvería a estrenar otro film, Inocencia. Una premisa interesante que volvería a utilizar el estilo expresivo de su primer film del año: acción por encima del argumento. Narrada nuevamente en el barrio, no mostraría una perspectiva diferente de su contexto, colocando al discurso y sus diálogos en una suerte de redundancia de la forma, desgastando el entorno y el fondo del tema. Variables similares que se expresaban en la avalancha de estrenos nacionales del tercer trimestre del año: un total de 10 largometrajes nacionales en cartelera en 3 meses, 5 más que los exhibidos en el primer semestre del año; conseguirían en suma un total de 34.961 espectadores, lo que representa apenas el 32,24% de los anteriores 5 estrenos; aluvión de películas que conseguiría un promedio de 4 semanas de permanencia en cartelera. Segunda fotografía demostrativa de una estrategia domina por la forma y no el fondo de las temáticas. Apiñamiento que, fuera de competir contra su contexto internacional (al sumar los admitidos de este trimestre la representación del cine venezolano disminuiría 0,13% de lo conseguido en los 5 estrenos anteriores: a los 9 meses del 2022, del total de espectadores, 4.252.795, el 3,37% consumió cine nacional, 143.377) abonaría un ecosistema de destrucción que imposibilitaba la construcción de una oferta de expresiones interesantes al espectador, provocando consecuencias directas en la industria y su ciclo económico-creativo.
No obstante, la testarudez por mantener la estrategia continuó sin análisis ni reformas. A los dos meses, Jackson, en calidad de productor, exhibió el cuarto estreno de su productora con el debut tras cámara de la directora Yusmelis Delgado. Más televisión que cine, colocando casi al azar secuencias filmadas una tras de otra, demostraba el desgaste argumental, discursivo y artístico que implica el desarrollo de 4 películas en un mismo año. Historias inmersas en el mismo contexto, sumergidas en conflictos ya explorados, con resoluciones similares, deteriorando el interés del espectador por continuar consumiendo ese contenido. El discurso construido en los primeros 2 estrenos fue cayendo en caida libre, sin nada más que contar.
Testarudez que se expresaba al calco en ese trimestre final en todos los demás estrenos nacionales: 11 largometrajes, 10.887 espectadores conseguidos, con un promedio de 2,4 semanas de permanencia en cartelera. Un esfuerzo creativo, técnico y financiero maltratado por una lectura equívoca del mercado y su dinámica en el transcurso del año.

(Nota: los valores de esta tabla contienen la información hasta el 30 de diciembre de 2022)

Desvinculación entre eslabones:
Lo más grave de este panorama se encuentra en el también equivocado juicio que los pilares de la cinematografía nacional poseen el uno del otro, productor-distribuidor-exhibidor. Desde una visión egoísta, cada eslabón aporta su análisis colocándose como víctima de la industria. Esta, la más sencilla de las posturas, incrementa el colapso que ofrece el carácter de aislamiento de sus argumentos. Resaltar el error de los otros eslabones, reflexiones valiosas desde sus posturas conceptuales y operativas, carecen de lo que este medio se retroalimenta: comunidad.
El cine es un oficio colectivo. La consecución de los objetivos depende de la correcta interrelación e interdependencia de las profesiones que la componen. Correcta desde un punto de vista competitivo y humano: el resultado conseguido por un profesional según su estado de ánimo, define la calidad de lo que desarrolla. Ánimo que se altera según su motivación, interés, entusiasmo, agrado, satisfacción, deseo, empatía, sentido de pertenencia. Al obviar la gestión humana en todo el proceso creativo y comercial de un producto, reducimos las potencialidades que podrían ofrecer un concepto, una estética, un discurso.
Cuando los productores no vinculan a su distribuidor en el producto, no se estimula el desarrollo del conocimiento del mercado, su dinámica y lectura, especialmente en un país tan inestable. Cuando el distribuidor no invita al exhibidor a conocer la diversidad de productos que ofrecerá, se estimula la programación robótica de las salas basadas en las inferencias comerciales de un tráiler o informaciones del extranjero, quienes sí conocen los contenidos. Cuando el exhibidor se desvincula de su oficio originario, por la venta de caramelería y programación de eventos de diferente índole, el espectador pierde el concepto del cine y anarquiza su definición. Una consecución de errores que hacen perder la esencia de este arte.
Una cadena es la conectividad de eslabones de idénticas características. Estén al inicio, al final o en medio, tienen funciones completamente diferentes, pero con objetivos en común: definir la fortaleza, durabilidad, extensión y utilidad de la cadena.
¿Desde qué momento el productor se interesa por contactar a su distribuidor y mostrar su próximo producto? ¿Cuándo se da la retroalimentación de todos los departamentos del distribuidor en busca de la construcción de los planes de mercadeo, publicidad, propuesta de distribución y programación del último film de un productor? ¿En qué momento el distribuidor contacta a los exhibidores para mostrar sus productos más relevantes y conseguir planificar los panoramas de programación y distribución que favorezcan al film? ¿El exhibidor se interroga sobre la escala de actividades idóneas para conseguir estimular el contenido que desean ofrecer al público o sencillamente colocan en sus vitrinas los materiales una vez les llegue? Por ser todo esto más trabajo y dinero (imposible de obviar en un país en crisis) ¿Preferimos obviarlo que ponerlo en práctica? ¿Qué prevalece?
La “robotización” de nuestra industria es de las variables más obvias causante de nuestro colapso. Con la pereza que impera en cada eslabón, consecuencia de esta desconexión, no se consiguen potenciar las fortalezas de los contenidos, que, vale resaltar, no son todos iguales y sus tratamientos dependen de un proceso de madurez. Por ende, el esfuerzo colectivo del cine no se encuentra únicamente en el desarrollo de la idea, su ejecución, su transformación expresiva. La visión comercial, de proyección, estimación, son claves para estimular el interés del espectador. Ese que exigirá elevar el tono de los discursos cuando los productos posean el impacto que los estimule.
¿Cómo queremos construir industria si planificamos bajo la desvinculación? ¿Cómo sacarle réditos a nuestros esfuerzos si la estrategia aplicada carece de la madurez que requiere? ¿Cuándo conseguiremos darle relevancia al tiempo que requiere cada producto que hagamos, distribuyamos, exhibamos?
El cine nacional evidencia su desarraigo a la revisión, la pereza de la retroalimentación, la ansiedad de producir y vender. Cuando tuvimos la oportunidad de resetear las formas nos embargó la inmadurez. Dejamos que nos invadiera la desesperación por mostrar en vez de aprovechar la ocasión para refundar. No quisimos mentalizar, solo reaccionamos. Esa es la “industria” que tenemos.