La vida de Pi: Dios en el oceano

Ang Lee es un realizador cuando menos temerario. Su cine siempre va a contracorriente. Lejos de las expectativas del publico, de aquello que podria esperarse a priori de el.

Ha ido de un genero a otro, subvirtiendo, trastocando su naturaleza. En la mayoria de los casos, aportando una profunda mirada estetica.

Alla donde hubo una pelicula de superhéroes quedo un film familiar inclasificable. Lo que se penso era un western se transformo en una historia de amor tragico. Su historia mas rockera termino hablando sobre la inocencia.

Taiwanes de nacimiento, Ang Lee es un frecuente convidado a la temporada de premios. Su film El tigre y el dragon fue nominado a 10 premios de la Academia, ganando cuatro: Mejor pelicula en lengua extranjera, Mejor banda sonora, Mejor edicion y Mejor cinematografia. Antes, El banquete de bodas y Comer, beber, rezar, amar coquetearon con el Oscar desde tierras lejanas. Posteriormente Lee obtuvo el galardon como director por Secreto en la montana (Brokeback Mountain), que gano otros dos y fue nominada en ocho categorias.

Ahora, el realizador de Deseo, peligro, Sensatez y sentimientos y La tormenta de hielo regresa a la voragine de premios con su primer film en 3D. Y fiel a su buen hacer, aquello que deberia ser una oda al cine espectaculo se transforma en su pelicula mas mistica a la fecha, tan fiel a la esencia de la novela que adapta, pero subiendo otro peldano en la perfeccion de su cine.

La vida de Pi es una cinta donde las palabras no abundan. Al menos no en el cuerpo central del film. En esa inmensidad oceanica donde la vida y la muerte se encuentran. Donde Dios y el hombre se observan en silencio.

Y es alli donde Lee se deja ganar por completo a la fantasia. Un film hiperrealista que ha dejado atonito incluso a James Cameron. Si el realizador de Avatar consiguió mostrar que podia hacerse con la nueva generacion del 3D, Lee logro que el cine en tres dimensiones  abrazara su lado mas artistico y exquisito.

Del libro a la pantalla

Adaptacion de la novela homonima de Yann Martel, La vida de Pi es la historia de un sobreviviente. La de un joven indio que pierde a su familia en un naufragio y debe compartir su bote con un tigre de bengala llamado Richard Parker.

Es tambien, la historia de una feroz lucha por la vida. Una historia que habla sobre la identidad y tambien sobre las creencias de un inquieto joven.

La odisea de Pi, -Piscine Molitor Patel-, transcurre según Martell durante 227 dias. 227 dias en un oceano de padecimientos, de miedos, de frustración, de terror y de paz incluso. Dias que el protagonista cuenta de a poco a un escritor, interesado en su historia, en un ir y venir del presente al pasado.

El recuerdo que se atesora ya no es el mismo de entonces, es casi una fabula que va adquiriendo otra dimension. La del recuerdo que se enmascara con el tiempo. O quizas, aquella que el sobreviviente invento para seguir viviendo mas alla de su tragedia.

Hay dos historias que cabalgan en este film, y Lee, al igual que el escritor en tanto oyente, se abraza a la mas “hermosa”.

La otra es tremendamente atroz, pero tanto Martel como el propio realizador, dejan esa puerta abierta. Ese resquicio de duda que hace aun mas tragico el relato.

El realizador taiwanés se toma el tiempo para apuntalar esta historia de fe. Primero coloca la atención en Pi, en su inquietante proceso de consolidar su identidad. En su ludica infancia y sus dias en aquel exotico zoologico que resumen el lado mas convencional del film, como tambien el mas tierno.

Un derrotero que cambia de rumbo cuando el padre de Pi decide emprender viaje a Canada con su familia y todo su zoologico, como si de un Arca de Noe se tratara (de nuevo esas referencias a la fe). Un viaje que sobreviene en tragedia y que sume al espectador en un vilo permanente.

Lo que sigue es tambien un viaje a la ilusion. Una reivindicación del arte cinematografico en tanto espectaculo de masas. Un personalisimo viaje hacia la fe, quizas el mas autobiografico (por decirlo de algun modo) que Lee haya podido hacer a la fecha.

 

 

 

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